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¿Tiene derecho un ser humano al descanso eterno cuando éste aún tiene posibilidades de vivir, aunque sea de una forma vegetal? Esta pregunta esta últimamente en boca de todos.
Esta reflexión tiene dos puntos de vista, en primer lugar se encuentra la de dejarle que muera, normalmente este punto de vista esta respaldado por los familiares de la persona enferma. Ellos se justifican diciendo “Que vivir así, no es vivir”. Y en segundo lugar se encuentra el estado, es decir, las leyes que impiden que le dejen morir. Hoy en día, el gobierno no puede hoy dejar morir a una persona porque está en contra de la Constitución Española. Fuera de España hay aún más casos de este tipo, en los Estados Unidos de América es el país que registra más casos de eutanasia. En la actualidad, en Italia hay un caso de este tipo que ha dividido la sociedad italiana en dos. Al parecer la chica lleva en estado vegetativo más de diecisiete años y la familia no lo aguanta más y ha pedido que le quiten la alimentación para que ella misma se muera. Tras varios días, la chica falleció. Y ahora siempre queda la pregunta de “¿Se ha hecho lo correcto?”, para unos seguro que sí pero para otros ha sido como un atentado más a otra persona. Aparte de este caso, en España también se han producido varios casos y han tenido la misma polémica.
¿El mundo encontrara la solución a este gran problema?, eso aún no se sabe, pero lo que esta claro que toda la sociedad nunca va ha estar de acuerdo con este planteamiento.
 
 
Daniel Mesa Tejada.

El ser humano tiene definida su libertad de manera que es artifice tanto de su vida como de su propia destrucción

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En estos días me hallo enfrascado en la lectura de una de las obras imprescindibles de nuestras letras. Se trata de “El árbol de la ciencia”, del insigne Pío Baroja. Está cargada de reflexiones de gran hondura moral y filosófica, a través del camino de iniciación del joven estudiante de medicina Andrés Hurtado.

En la novela se plantea una interesante dicotomía que me ha llevado a plantearme una serie de cuestiones de las que me gustaría haceros partícipes.

Por un lado, se presenta la figura del Árbol de la Ciencia, que provoca dolor, sufrimiento e insatisfacción. Por el otro, el Árbol de la Vida, que trae la felicidad, el gozo de la ignorancia, de la superstición, de la fe, y que nos conduce a una sedante alienación.

Es manifiesto que el camino de la duda, de la investigación, de las miradas inquisitoriales, de la reflexión … nos conduce a una irremediable angustia vital. Hacernos preguntas puede ser doloroso, y el mayor riesgo de buscar la realidad es encontrarla, abierta y desnuda. Y es aquí donde aparece el gran interrogante: ¿Está preparado el ser humano para abordar la búsqueda del conocimiento?

Parece inevitable resignarse al hecho de que, en realidad, el hombre termina sucumbiendo ante la brutalidad de los instintos más atávicos, básicos y primitivos; nunca podrá desligarse de la denominada “lucha por la vida”, concepto utilizado por Darwin en “El origen de las especies”. En definitiva, el humano se ve abocado a dejarse arrastrar por su condición animal, en un juego vital en el que sobrevive el más adaptado, el más fuerte. En un mundo de encarnizado enfrentamiento por la supervivencia, parece no quedar lugar para el individuo moral, racional o sentimental. Creaciones humanas como el dinero o el amor, no serían más que artificios para encubrir impulsos animales como el instinto de posesión o el de reproducción, respectivamente.

Es caso frecuente que, con el paso del tiempo o de los años, ante la certeza de un mundo corrupto y pervertido, un temperamento idealista y reaccionario se torne en abulia e inacción. Se abandona por completo la búsqueda del sentido de la vida y se recurre al abandono de la reflexión sobre cualquier tipo de dilema moral. Gana terreno el pesimista individuo schopenhaueriano.

¿Sería conveniente, de esta manera, adoptar una actitud resignada ante los conflictos derivados de la existencia? El estado ideal del alma sería entonces la ataraxia, cenit del pensamiento estoico. Deberíamos, por tanto, inclinarnos hacia el engaño, la mentira útil, la coraza que nos evita mirar directamente a los ojos a la realidad, dar por buena cualquier convención impuesta desde fuera y anular cualquier actitud crítica.

Pero, ¡cuidado! Si bien es cierto que el Árbol de la Ciencia nos provoca un fatal desencanto, no menos peligroso es el Árbol de la Vida, que ni mucho menos nos introduce de lleno en una felicidad plena. Más bien al contrario: un individuo privado por completo del sentido del tacto no experimentará dolor alguno, del mismo modo que aquél que no disponga del uso de la razón no sentirá angustia por aquello que se escapa a su comprensión. Ahora bien, ¿es  esto lo que en realidad perseguimos?

En definitiva, estamos obligados a decantarnos entre la desesperación del saberse conocedor de los peligros de la existencia humana, de la realidad en toda su crudeza y la angustia del sordo que no oye lo que pasa a su alrededor. Porque, resulta claro que todos somos conscientes de la posibilidad de peregrinar en pos de la realidad de la que gozamos, y aunque sea doloroso utilizarla…. ¿acaso no lo es más no hacerlo?

 Juanma Romero

¿Será posible alguna vez, que en este mundo podamos hacer realidad nuestros sueños?¿ Será posible alguna vez que la manera en la que veamos la realidad sea la correcta..? Y no tan sólo una falsa imaginación, apoyada en sentimientos y sueños que nos impulsan a vivir…¿Será posible?

Y es que este es una tema bastante profundo en el que todos nos vemos involucrados alguna vez y que básicamente viene dado por el hecho de vivir alguna desilusión que nos hace plantearnos si de verdad la realidad era y no la habíamos querido ver de esa manera… o simplemente por el hecho de ser personas y ser capaces de plantearnos estas cuestiones de difícil respuesta.

En nuestro día a día, los seres humanos somos capaces de ver, observar, admirar y aprender de lo que nos rodea, de la realidad, porque tenemos capacidad para ello. Pero esta realidad que apreciamos no es del todo real, porque al apreciarla lo hacemos de una forma carente de objetividad. Los seres humanos vemos las cosas desde los sentimientos, es decir, las vemos influenciadas por estos, lo que nos hace apreciarlos de una manera subjetiva. Esta influencia que poseen los sentimientos y que nos afecta, es un hecho que nos caracteriza y diferencia a cada uno entre la enorme masa de humanos que constituimos el mundo. Nos diferencia entre todos, porque existe la diversidad de opiniones al observar la realidad: la manera en que lo hacemos, la forma en que expresamos lo que nos transmite a cada uno es tan diferente…Que es ese hecho, el que nos hace especiales a cada uno dentro de la masa que suponemos todos. De ahí se originan las famosas frases de : “ Porque nada es lo que parece..” o “Las apariencias engañan..”

Podríamos concluir pues con que observando y explorando la realidad descubriremos multitud de cosas que jamás podremos imaginar y que a cada uno de nosotros nos afectará de diferente manera, porque todos somos diferentes y especiales dentro de esas diferencias.

Vanesa Rosal Pérez

Todas las personas tenemos sueños, propósitos y aspiraciones en la vida y que son importantes para nosotros.
Éstos los podremos llevar a cabo si son posibles, están a nuestro alcance y pueden ser realizables.
Pero, ¿Cuáles son nuestros sueños? ¿Qué anhelamos conseguir? ¿Qué es lo que nos mueve a poder hacerlos realidad?
Nuestros sueños son los que nosotros elegimos y preferimos pero para ello tenemos que tener una razón de porque estos sueños son importantes para nosotros y para que justifique el esfuerzo que nos hace llegar a realizarlos, sino tenemos esta razón los sueños, aspiraciones y propósitos que tenemos en la vida nunca podrán llevarse a cabo.
Si estos sueños los anhelamos con mucha fuerza y ponemos empeño en ellos todos los obstáculos que encontremos a lo largo del camino serán superados con creces y quizás algún día podremos conseguirlos, aunque con ello alguna vez podamos caer en el error de que lo que hemos elegido no es conveniente.
Todos estas metas que nos ponemos en la vida están influenciados por unos valores morales que poseemos y que hacen de nosotros un ser.
Estos valores morales surgen como un mero y simple pensamiento que alimentan las ganas de progresar día a día aproximándonos a la materialización de ese sueño tan deseado y esperado, que cuando se logra, el placer de disfrutarlo es incomparable.
En definitiva los pensamientos que rondan por nuestra mente, se convertirán con el tiempo en convicciones firmes y mediante nuestro comportamiento y nuestra capacidad de elegir podrán llegar a convertirse en realidad.

Ylenia Guerrero Espinosa

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